miércoles, 5 de marzo de 2008

De amores oscuros y otros demonios

Me opongo terminantemente. Me resisto de la forma más terca posible. No puede ser. No estoy de acuerdo.

El amor duele. Al menos eso proponen la dramaturgia shakespeareana, los sonetos de Garcilaso de la Vega, las letras de boleros y tangos, y las telenovelas mexicanas. No me digan que no lo habían notado. En todos las expresiones artísticas que condicionan nuestra mentalidad de pseudo-occidentales modernos, el amor y el sufrimiento van juntos como uña y carne.

Romeo y Julieta, para empezar sólo por la tragedia más famosa de Billy Shakespeare, donde proclama que “el amor es tosco, rudo, bullicioso y pica como una espina” y donde ambos protagonistas terminan muriendo. "Estoy continuo en lágrimas bañado, rompiendo el aire siempre con suspiros, mas temo nunca osar deciros que llegado por vos a tal estado", Garcilaso, por favor, no te pases de rosca. Y ni hablar de los patéticos lamentos de los tangueros (o bolerudos) abandonados por esa malvada "percanta que me amuraste" o pidiendo a gritos “arráncame la vida de un tirón, que el corazón ya te lo he dado”. Y ni hablar de las peripecias que deben pasar los amantes de culebrón para estar juntos. ¡Hasta el mismísimo San Pablo proclama que el amor “todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”!

“El artista es, en general, un alma emotiva y sensible”, explica Jorge Durietz, ex guitarrista de “Pedro & Pablo”, compositor y -prácticamente- una leyenda viviente en la historia de la música popular argentina, “por lo tanto, el alma del artista es blanda, débil y vulnerable; de ahí que necesite una constante y regular confirmación de que es querido y valorado. La falta de ese calor le genera automáticamente dolor y miedo a su propia nada…. Como a casi todos los seres humanos”.


TUS SUEÑOS MÁS OSCUROS


“Cierra tus ojos y entrégate a tus sueños más oscuros”
(del musical “El Fantasma de la Opera”)

Hace unos días venía en el auto con mi hijo y, como de costumbre, venía yo cantando. No canto bajo la ducha, pero canto dentro del auto. Y venía cantando "Music of the night", una de las canciones más dulces y tétricas del archifamoso "Phantom of the Opera", de Sir Andrew Lloyd Webber.

Cada vez que canto en inglés, no puedo evitar que Patito me pregunte: "Papá... ¿Qué dice la letra?". Por supuesto que el enano, proyecto de ñoño, digno hijo de su padre, ya conoce la historia del Phantom pero... ¿Cómo explicarle "Music of the night" a un nivel que un niño de ocho pueda entender?

"A ver...", empecé, "El fantasma es malvado, es oscuro, es tétrico" (breve pausa para explicar "tétrico") "pero está muy enamorado de Christine". El pequeño escuchaba atentamente, así que continué: "El problema es que el fantasma es 'oscuro' y Christine, en cambio tiene 'mucha luz'. Entonces, el fantasma, para estar con ella, le pide que se vuelva 'oscura' como él".

Por supuesto que ella, si bien se ve tentada, termina por dejar al Phantom y se engancha con Raoul Vicompte de Chagni, que es lindo y está lleno de plata. Sin embargo, a mi hijo no le terminaba de cerrar, así que saqué la artillería pesada.

"Mirá, Pato... Esto es como Luke y Darth Vader. Vader se pasó al lado oscuro y, como quiere a su hijo con él, quiere que también se pase... La invitación que le hace el fantasma a Christine es igual, es una invitación al lado oscuro". La sonrisa de mi hijo indicaba que había entendido. Y que entendía la negativa de Christine, como entendió la de Luke.


EL AMOR BIEN ENTENDIDO EMPIEZA POR CASA


“El amor según yo sé es un agua muy limpia que aumenta”
(del musical “El diluvio que viene”)

Todas las expresiones artísticas comunes -desde la elevadísima poesía del siglo de oro español hasta la melindrosa pluma de Alberto Migre, que sin embargo muy bien decía que “sólo el amor y la muerte modifican nuestra existencia”- nos indican que el camino hacia el amor verdadero y pleno debe estar plagado de sinsabores, amarguras y -ante todo- de mucho dolor. “Generalmente lo que duele es no obtener el amor; y el deseo siempre es la marca de una ausencia”, dice Onna Pacheco, Licenciada en Letras y guionista de telenovelas, “así, esa ausencia genera conflicto y el conflicto es la esencia de la narración… sin conflicto no hay mucho que escribir… en la literatura, cuando el amor se obtiene, la novela se acaba”. ¿Será sólo eso? ¿La necesidad de conflicto a efectos dramáticos? “La decepción por amor es muy profunda y eso provoca al artista a producir”, dice el cantante José Angel Trelles, “si duele, se escribe”.

El amor -o más bien su ausencia, ese deseo insatisfecho- duele. “Duele la deslealtad, la ausencia, el desamor”, continúa Trelles, “pero nunca el amor”. El amor no debe doler. Es necesariamente alegre "per-se". Se regocija en su mera existencia. Es la culminación de la felicidad en sí misma, “uno de los grandes motivos de alegría y lo que mantiene vivo el espíritu del artista”, concluye el cantante favorito de Astor Piazzolla.

Por eso me niego. Me resisto. No pienso sufrir por amor. Porque deshonraría a ese mismísimo amor, si desperdiciara un sólo segundo en lágrimas de telenovela.

El "lado oscuro", que todos llevamos dentro, es un camino muy tentador, sobre todo por lo fácil. La debilidad por entregarnos a ese "gemelo malvado", nuestro o de otros, aflora todo el tiempo. Y el que no haya invitado a otro, sobre todo a un ser amado, a una excursión por su propio infierno personal, que tire la primera piedra.

Con el tiempo, y no sin lágrimas, he aprendido a no arrastrar a nadie más hacia mi propia oscuridad.

Ahora más bien espero que alguien me arrastre hacia su luz.

Y lo que opinen Shakespeare, Garcilazo, Manzanero, Troilo y Migré, me tiene bastante sin cuidado.