sábado, 12 de julio de 2008

Cuestiones de gestión

Al igual que las empresas, muchas parejas fracasan por una mala gestión. Las ideas son buenas, las intenciones son mejores aún, los recursos son abundantes, el producto es de primera línea pero -por alguna razón- el emprendimiento fracasa. Tanto en los negocios como en el amor.ç

¿A qué se debe esto? A una mala gestión. Y, por mucho que las condiciones para el éxito estén dadas, una compañía o una pareja pueden hacer agua "in no time", en general, por uno o varios (o todos) de los siguientes problemas:

Falta de objetivos: Para poder hacer, primero que nada, tenemos que saber qué es lo que queremos hacer. Todo emprendimiento tiene que tener una visión -una filosofía compartida por todos sus miembros- que debe ser concensuada y respetada. Además, debe tener una misión: convertirse en el líder del mercado, casarse, prestar un servicio de excelencia, tener hijos, producir dividendos, ser felices, o cualquier otro que el "directorio" decia plantearse. “Una clara visión de dónde estamos o como nos encontramos y -en función de eso- la fijacion de metas, son esenciales para la gestión”, explica el Ingeniero Alejandro Pomsztein, experto en sistemas de gestión de calidad, “los indicadores de calidad son como los instrumentos de navegación de un avion… sin ellos ¿cómo navegar?”

Carencia o falencia de procedimientos: Una vez que se sabe qué es lo que se quiere hacer, hay que buscar cómo hacerlo. Para esto, hacen falta pautas y procedimientos, que deben ser estudiados, analizados y -ante todo- respetados, para no perder de vista el objetivo. Para convertirse en el líder del mercado, hay que adoptar una política de ventas más agresiva. Para casarse, hay que ahorrar. Para prestar un servicio de excelencia hay que contratar personal idóneo. Para tener hijos... no creo que sea del todo necesario que explique aquí el proceso. Por esto es que, con tener clara la visión y misión, no alcanza. También hay que trabajar, y muy duro, en las formas concretas y puntuales de lograrlo.

Necesidad de mejora continua: Pero ningún procedimiento es infalible. Los métodos, los caminos para llegar al objetivo, deben ser revisados en forma permanente. Si algo que estamos haciendo no sirve para alcanzar el objetivo, debe dejar de hacerse, pues consume recursos y tiempos que bien podrían utilizarse para otra cosa. En cambio, si descubrimos que hay algo más que podría hacerse y no se está haciendo, debe buscarse la forma de implementarlo. Los procedimientos deben ser auditados en forma permanente, midiendo todo el tiempo, en base a indicadores reales y mensurables, qué tan lejos estamos de concretar la misión. Es un difícil ejercicio de humildad, revisar y reconocer errores. Pero es, por excelencia, la forma de seguir avanzando. De nada sirve una política comercial agresiva, por ejemplo, si los precios están fuera de valores de mercado. Si pese a la estrategia de marketing no se vende, porque el producto es demasiado caro, debe revisarse la estrategia... ¡O la política de precios! De nada sirve pretender casarme dentro de un año, ahorrando sobre la base de un sueldo de telemarketer o de empleado municipal. Definitivamente, el plazo para concretar la misión debe ser revisado. La gente, en el fondo, es obstinada y conservadora. Se resiste a los cambios. Sin embargo, cambiar la forma de hacer las cosas, siempre que no se pierda de vista el fin último, no está mal. Por el contrario, es el camino hacia una mejora continua.

Conflictos de liderazgo: Todo emprendimiento implica un trabajo en equipo y todo equipo necesita líderes (este es el momento en que las mujeres que lean esto empiezan a pensar cómo asesinarme, creyendo que voy a ser tan cerdo de decir "acá manda el macho", pero no es así, paciencia, que estoy yendo a otro lado). Pero esto no implica necesariamente que, entre los "socios", uno deba mandar por sobre el otro, sino que cada uno debe hacerse cargo de lo que mejor sabe hacer, aprovechando sus recursos y habilidades para garantizar el mejor resultado. Conozco dos abogados que tienen un estudio, para ejemplificar. Uno de ellos es un genio legal, que conoce todos los recovecos de la profesión y puede ganar absolutamente cualquier cosa. Pero es un poco tímido en el trato con la gente. El otro, en cambio, es un completo ignorante de la ley, que nadie logra explicarse cómo se graduó, pero es un genio de las relaciones públicas. Es un tipo capaz de venderle heladeras a los esquimales, arena a los beduinos y el mismísimo obelisco a cualquier turista inocente que pase por ahí. Estos dos profesionales son completamente incompetentes sin el otro y están condenados a fracasar tanto si se separan como si intentan invertir los roles. Cada uno es líder en lo suyo, reconociendo sus virtudes y sus falencias, respetando las virtudes del otro y complementándose a la perfección. Creo que el paralelismo con una pareja es completamente innecesario. “He vistp parejas enfrentarse cuando aparecen cosas que quedan fuera de la capacidad de decisión de cada uno”, dice el Padre Quintino Hadagab, “un joven amoroso, dulce y romántico, pero que tenía una personalidad que requería del otro la sumisión en el orden de las decisiones, tenía la gran habilidad de mostrar elocuentemente cómo la mejor decisión era la suya indudablemente… por supuesto que aparecieron paulatinamente los problemas con su pareja, sobre todo cuando ella tuvo cuestiones que no dependían de él y empezaron a exigirse mutuamente”.

Así y todo, una buena gestión no asegura el éxito. Pero, al menos, sirve para ir corrigiendo el rumbo sobre la marcha y, ante un fracaso, poder identificar las razones, para no volver a cometer los mismos errores.

Una empresa o una pareja que tiene claro a dónde va y cómo quiere hacerlo; que tiene la humildad para ir puliendo las aristas y corrigiendo errores; y que tiene en claro quién es quién dentro de la mecánica de la sociedad, tiene al menos la mitad del camino recorrido, la mitad de la batalla ganada.

En el pasado fracasé, como marido y como empresario, pero me aprendí un par de trucos por el camino. Es parte de mi propio programa de mejora continua.

Ahora, quiero que mi pareja lleve un sello que diga ISO9000.